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  • Última modificación de la entrada:05/05/2025

 

 

 

Paco, un camarero de un bar de tapas en un lugar de Andalucía, más preocupado por echarse una cabezadita que por servir, encontró una vieja aceitera mientras limpiaba el almacén. Al frotarla con desgana, una nube de humo con olor a aceite de oliva virgen extra llenó la sala, y de ella emergió un genio con un delantal manchado y una barba grasienta.

«¡Soy el Genio de la Tapa!», exclamó el genio con voz ronca. «Por liberarme de mi prisión aceitosa, te concederé tres deseos. ¡Pero que sean rápidos, que tengo hambre!».

Paco, medio dormido, se rascó la cabeza. -«¿Tres deseos? ¿Así sin más?».

-«¡Sin más!», respondió el genio, impaciente. – «¡Pero date prisa, que se me enfrían las albóndigas imaginarias!».

Paco, pensando en la faena que le quedaba, dijo: -«Pues mira, para empezar, quiero que este bar siempre esté lleno de gente que pida muchas tapas y mucha cerveza fría, ¡pero que dejen buenas propinas!».

-«¡Concedido!», retumbó la voz del genio. Al instante, el bar se llenó de turistas hambrientos y sedientos, dejando montañas de monedas sobre la barra. Paco sonrió, viendo cómo la caja registradora echaba humo.

-«Segundo deseo», dijo el genio, con los ojos brillantes.

Paco, ya más despierto, pensó en su eterno problema con la cocina. -«Quiero que la cocina se limpie sola después de cada servicio, ¡y que nunca más se me queme una tortilla de patatas!».

-«¡Hecho!», exclamó potentemente el genio. Un remolino de trapos y estropajos fantasmales invadió la cocina, dejando todo reluciente. Y Paco sintió una extraña certeza de que sus tortillas serían perfectas a partir de ahora.

-«¡Y el último deseo!», apremió el genio, mirando su reloj imaginario.- «¡Vamos! ¡Que tengo un gazpacho pendiente!».

Paco se lo pensó bien. Tenía la oportunidad de pedir riqueza, fama, o incluso una siesta eterna sin que nadie lo molestara. Pero entonces, miró al genio, con su delantal grasiento y su anhelo por comer una tapa:

-«Mi último deseo…», dijo Paco con una sonrisa pícara, -«…quiero que nunca te falte una buena tapa y un buen vaso de vino fino, ¡dondequiera que vayas!».

El genio se quedó boquiabierto, con los ojos llenos de sorpresa y gratitud. -«¡Eres el mejor mortal que he conocido!», exclamó. -«¡Por tu generosidad, te concederé un deseo extra! ¡Pide lo que quieras!».

Paco bostezó. -«Bueno, ya que insistes… quiero una hamaca que se balancee sola y que siempre esté a la sombra, justo detrás de la barra».

El genio chasqueó los dedos. Una cómoda hamaca apareció en el rincón más fresco del bar, balanceándose suavemente.

-«¡Gracias!», dijo Paco, tumbándose en la hamaca. -«Ahora, si me disculpas, creo que me voy a echar una… tapa de siesta».

El genio sonrió y desapareció en una nube de humo con olor a jamón ibérico, dejando a Paco disfrutando de su nueva hamaca y su bar lleno de clientes generosos. Y de vez en cuando, Paco juraba oír una risa lejana y un tintineo de copas, como si el Genio de la Tapa estuviera disfrutando de su merecido vino fino en algún rincón escondido… de Andalucía.

Rovica.

Esta entrada tiene 4 comentarios

    1. Rovica

      Muchas gracias Javi. Me alegra saber que te gusta. Un abrazo amigo.

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