En la entrada del pueblo, bajo la sombra de un viejo árbol, solía sentarse un anciano en el mismo banco de la plaza. Era muy querido por sus vecinos, pues siempre respondía con serenidad y sabiduría a quien se acercaba a conversar con él.
Un día, un joven forastero se aproximó y le preguntó:
-Buenos días, señor. Acabo de llegar a este pueblo, ¿podría decirme cómo es la gente de aquí?
El anciano levantó la vista y, con voz pausada, le respondió:
-Dime, hijo, ¿de dónde vienes?
-De un pueblo muy lejano -contestó el joven.
-¿Y cómo es la gente de ese lugar? -preguntó el anciano.
-Son egoístas, envidiosos, malvados, estafadores… Por eso me fui de allí, buscando un sitio con mejores personas.
El anciano asintió con tristeza y le dijo:
-Lamento decírtelo, pero los habitantes de este pueblo son iguales a los de tu ciudad.
El joven se despidió, decepcionado, y siguió su camino.
Al día siguiente, otro muchacho se acercó al mismo anciano y le formuló la misma pregunta:
-He llegado hace poco a este lugar. ¿Podría decirme cómo son sus habitantes?
El anciano volvió a preguntar:
-¿Y cómo es la gente del sitio de dónde vienes?
-Son buenos, generosos, hospitalarios, honestos, trabajadores… Dejé muchos amigos allá y me ha costado mucho separarme de ellos -respondió el joven.
El anciano sonrió y dijo:
-Los habitantes de este pueblo también son así.
-Gracias, señor -dijo el joven con gratitud-. Me quedaré a vivir aquí.
Un hombre que también pasaba muchas horas en la misma plaza no pudo evitar escuchar las dos conversaciones y cuando el segundo joven se fue, se acercó al anciano y le preguntó:
-¿Cómo es posible que dieras dos respuestas tan diferentes si ambos jóvenes te hicieron la misma pregunta?
El anciano sonrió y contestó con calma:
-En realidad, todo está dentro de nosotros. Quien no encontró nada bueno en su pasado, tampoco lo hallará en su presente. En cambio, quien supo ver bondad y amistad donde estuvo, también las encontrará aquí. Porque las personas reciben de los demás lo mismo que ellas mismas están dispuestas a dar.
Todo lo bueno y lo bello de la vida que necesitas lo llevas dentro de ti. Déjalo salir, compártelo con los demás, y cuando menos lo esperes, regresará multiplicado a tu vida.
Moraleja:
El mundo es el espejo de tu propio corazón. Si miras con bondad, hallarás bondad; si miras con rencor, solo verás sombras. Cambia tu mirada, y cambiará el mundo que te rodea.
De la Web.
Rovica.


