En una pequeña ciudad abrió una clínica nueva con un cartel que decía: “Dr. Sincero -No curamos, pero al menos no te mentimos -”
Atraído por la promesa de sinceridad, don Ernesto, un hombre de 56 años con más achaques que ganas de vivir, decidió entrar.
-Buenos días, doctor -dijo, sentándose con dificultad-. Me siento cansado todo el tiempo, tengo gases que podrían evacuar una sala de reuniones, y mi esposa dice que ronco como si estuviera poseído por un demonio. ¿Qué me pasa?
El Dr. Sincero revisó su historial, lo miró de arriba abajo, suspiró profundo y dijo:
-Lo que usted tiene, don Ernesto, se llama: “la maldición del cuerpo humano usado.” Básicamente, su garantía expiró hace 18 años.
-¿Eso es todo?
-Sí, mire: sus rodillas están tan desgastadas que parece que han trabajado en la construcción; su estómago se rinde ante una cebolla, y su libido es como Windows 95, alguna vez funcionó, pero ya ni arranca.
-¿Y qué puedo hacer?
-Disfrute lo que le queda, coma lo que le gusta, duerma cuando pueda y no se esfuerce en cambiar. A su edad, si se le rompe algo, ya no se arregla… se recicla.
Don Ernesto lo miró con asombro.
-¿Y usted cobra por decir eso?
-Sí, pero con descuento si sale llorando.
Al salir, don Ernesto se sintió mejor. No porque tuviera cura, sino porque por fin alguien le había dicho la verdad y…¡ no tenía que dejar el pan!
Rovica.



Muy bueno. … Con descuento si sale llorando…
Saludos
Gracias Javi 😊. Un abrazo amigo.