Quien observa y reflexiona con calma descubre que la vida nunca miente. Nos advierte, nos corrige y, a veces, nos regala instantes de claridad. Sin embargo, somos nosotros quienes, al no querer ver lo evidente, terminamos engañándonos. Porque, al final, la vida siempre es sincera; todo lo que llega tiene un propósito, y todo lo que se va deja una lección.
La vida no nos engaña: venimos para irnos. Reconocerlo es aceptar la naturaleza de nuestra existencia. Todo lo que somos es transitorio, y en esa transitoriedad se revela la verdad de vivir, nada nos pertenece del todo, salvo el instante.
Pero en ese trayecto tan breve se esconde la belleza. Saber que todo termina nos invita a amar más fuerte, a agradecer más, a dejar huellas que trasciendan. El final no borra lo vivido, lo hace valioso.
Rovica.
