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  • Última modificación de la entrada:07/08/2025

Era agosto en Córdoba, lo cual equivale a vivir dentro de un horno moruno… con WiFi y sin compasión. Donde el calor no da tregua, el asfalto se derrite como queso curado, y las chanclas hacen chof de puro sudor

Las calles del centro brillaban como si estuvieran hechas de oro fundido, y los turistas» caminaban en cámara lenta, como zombis simpáticos con gorras.

Allí llegaba un grupo internacional con su guía, Rafi, una cordobesa con arte, salero, y un abanico que podría despegar un helicóptero.

—¡»Bienveníos» a Córdoba, la ciudad donde el sol no da sombra ni por error! – saludó Rafi mientras se bebía un botellín de agua sin abrirlo.

El plan del día era simple: ver la Mezquita-Catedral, pasear por el Alcázar, y no morir derretidos en el intento.

En el grupo venían:

Claudia y Marco, unos italianos que pensaban que ya conocían el calor. Hasta que sudaron por dentro.

Una familia sueca, rubísimos y entusiasmados, que llegaron blancos como leche y a los 15 minutos ya eran “color jamón”.

Todd, de Australia, que dijo:

-“This is not hot, mate.”

Y dos horas después estaba abrazado a una fuente llorando como si viera el final de una telenovela.

Al llegar a la Mezquita-Catedral, Rafi anunció con alegría:

-¡Aquí dentro hace fresquito, eh! ¡Unos 29 grados nada más!

Los turistas aplaudieron. Uno incluso se arrodilló.

– “¡Gracias, oh piedra bendita y fresquita!” decía mientras se pegaba la frente a una columna de la Mezquita.

Pero el verdadero drama fue el paseo por los Patios.

-¡Qué bonitos los geranios! -decía una señora mientras los geranios se marchitaban de puro calor.

En uno de los patios, un gato cordobés los miraba desde la sombra y pensaba:
-“Guiris… valientes pero ignorantes.”

Cuando cruzaron el Puente Romano, el suelo estaba tan caliente que una suela se quedó pegada y la otra se evaporó. Un niño intentó sentarse en un banco y se quedó pegado por la nalga izquierda. Hubo que despegarlo con abanicos y salmorejo frío.

Finalmente, Rafi los llevó a una terraza con toldo, ventilador, y jarras de gazpacho como si fueran botellas sagradas.

– Bueno, habéis «sobrevivío». ¡Podéis ponéroslo en el currículum! – dijo Rafi mientras brindaban.

Y así, ese grupo de turistas, medio cocidos, medio vivos, se fue con fotos borrosas, recuerdos sudados, y la frase favorita del viaje:

-“¡Esto no es calor… ESTO ES CÓRDOBA EN AGOSTO, MI «ARMA”!

Rovica.

Esta entrada tiene 4 comentarios

  1. Haha we were there in October so it was only hot, not August hot 😊 Mqggie

    1. Rovica

      ¡Ah, in October…! Well, the heat is more «civilized.» The kind that makes you sweat elegantly, unlike in August, which is basically living inside an oven😥. Big hug, Maggie.

  2. Hola, Rovica. La verdad es que no sé yo si es buena idea el poner visitas guiadas en según qué épocas, horas y lugares. Los guiris no tienen ni idea. Vale, los que están acostumbrados al calor, pues bueno, pueden pensar que en Granada es lo mismo. Nunca he estado y la verdad, con el calor seco de Lérida, que es como el de Zaragoza, tengo bastante. El peor, al no estar acostumbrada, es el húmedo de Valencia. Vaya por delante que aquí vivimos autóctonos con rasgos y piel de guiri nórdico, pero al saber lo que se cuece, nunca mejor dicho, no nos verán demasiado a según qué horas y en qué condiciones. Intento pasar todo el verano a la sombra y quedarme blanca todo el año.
    Entrada muy graciosa con su refrescante humor.

    1. Rovica

      ¡Jajaja! Pues sí Noelia, a veces parece que en ciertas ciudades deberían dar a los turistas un kit de supervivencia veraniega en lugar de un mapa, gorra con ventilador incorporado, cantimplora tamaño garrafa y, por supuesto, instrucciones claras de “No salir a la calle entre las 13:00 y las 18:00, a menos que seas lagarto”.
      Granada, con su encanto, sus cuestas y su sol que pega como si quisiera tatuarte la frente, no es para todos los públicos a cualquier hora. Y lo de Lérida y Zaragoza… eso ya es nivel “modo horno con función de aire caliente”. Lo de Valencia es otro capítulo: ahí no te asas, te cueces al vapor, cual mejillón a la marinera.
      Y lo mejor es que, como bien dices, los autóctonos ya sabemos el truco: hibernar versión estival. Nos ven salir a las 8 de la mañana y reaparecer a las 9 de la noche como vampiros, y no es por rareza… es pura ciencia climática.
      Eso sí, para los guiris, la experiencia es auténtica, un tour de calor, sudor y, si sobreviven, ¡una historia épica que contar a sus nietos! 🥵🌞Muchas gracias por comentar😜. Un abrazo🌼

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