Walt Disney nunca vió venir que un día las princesas abandonarían los castillos para recorrer el mundo con el alma despeinada y los bolsillos llenos de sueños. Ya no esperan que nadie las salve, porque aprendieron a salvarse solas. No buscan coronas, prefieren la libertad; no anhelan zapatos de cristal, caminan descalzas sobre la vida.
Llevan bajo el brazo un libro, un cuaderno, una historia escrita por ellas mismas. En sus páginas no hay hadas madrinas ni príncipes azules, solo mujeres valientes que aman sin miedo, que lloran sin vergüenza y que se levantan incluso cuando el mundo intenta derribarlas.
Las nuevas princesas visten de poesía y de realidad. Tienen cicatrices en lugar de joyas, y risas que suenan más fuertes que cualquier hechizo. No le temen al paso del tiempo, ni a la soledad, ni al espejo. Han descubierto que la belleza está en la verdad, y que el amor más grande es el que se dan a sí mismas.
Ya no esperan el “felices para siempre”. Prefieren el “aquí y ahora”, donde cada día se convierte en una página nueva. Y si las miras bien, verás que siguen siendo princesas… solo que ahora gobiernan su propio reino.
Rovica.


